Alguien hipotético…

FOTO: PUBLIC DOMAIN PICTURES

JAVIERA ARAYA

Esta es la historia de alguien que lleva un tiempo viviendo en “Canadá” (sin haber nacido en el territorio que se le atribuye a ese país) y que vuelve a su país de origen. En su viaje, se encuentra probablemente con algunos miembros de su familia y amigos, se da cuenta de que – en su antiguo barrio – desaparecieron algunos lugares y aparecieron otros, disfruta con placer de alguna comida que le gustaba mucho y observa con una mezcla de nostalgia, incredulidad y resignación cómo el paso del tiempo seguramente no ha mejorado en nada la situación local. No es que siempre el tiempo pasado fuera mejor – se dice – sino que objetivamente las cosas no están mejor, solo están distintas. O definitivamente están peores y hay que asumirlo.

Y más allá de la evaluación de la situación actual del lugar en el que se vivió en el pasado, nunca falta la conversación en el presente con quienes siguieron viviendo allí. Ese alguien hipotético se enfrenta a las percepciones de quienes le preguntan por la vida en “Canadá”: que si es cierto que no hay pobreza, que no hay discriminación, que no hay desigualdad, que todos son felices y simpáticos, que el riesgo de morir atacado por un oso es real, que se puede perder fragmentos de oreja en el invierno y que la principal preocupación canadiense es decidir qué parte del mundo visitar en las próximas vacaciones. Y ahí ese alguien hipotético tiene dudas. Se acuerda de sus vecinos a los que – a pesar de trabajar tiempo completo – no les alcanza para pagar el arriendo cada mes, de cuando se burlaron de su acento y de cuando su amiga tuvo un accidente en el trabajo y el gobierno la deportó para que no cobrara el seguro de salud. Y se acuerda de la situación de muchas comunidades autóctonas en “Canadá”, más saqueadas y precarizadas que la de los países más pobres del mundo. Probablemente pueda desmentir el mito de las orejas y del oso, pero sabe que siempre todo es más complejo que las generalizaciones rápidas, y que es difícil decir así tan a la ligera que allá es mejor que aquí, o que acá es mejor que allí. Que algunos de sus amigos en su país de origen no tienen trabajo, no tienen acceso a ningún tipo de atención de salud y acumulan deudas enormes por haber ido a la escuela. Y que la pregunta de qué lugar prefieres – si aquí o allá – es simplemente imposible, irresoluble.

Porque claro, ese alguien hipotético que lleva un tiempo viviendo en “Canadá” pero que no nació allí, es un inmigrante y viene de algún país del sur del planeta. Y a veces no está seguro de que el tiempo pasado haya sido mejor allá, o de que el tiempo presente sea mejor aquí. En realidad, sólo le gustaría que fuera distinto – mejor, para todos y no sólo para ese alguien hipotético – en ambos lugares, en todos los lugares.