Chile: Retorno del Sujeto Social en la Política

MARCELO SOLERVICENS

Las mujeres y hombres chilenos volvieron a constituirse en sujeto político colectivo en las más masivas y sostenidas movilizaciones sociales en Chile, desde hace 30 años, en pleno estado de emergencia. La lectura de izquierda afirma que se reabrieron las grandes Alamedas. Se abandonó el rol de consumidor al que les destina un sistema profundamente cuestionado. Apenas diecisiete meses después de elegir en segundo mandato al derechista presidente Sebastián Piñera, los ciudadanos perdieron la paciencia, convencidos que los tiempos mejores no vendrán, constatando el estancamiento económico y el agotamiento de un modelo económico neoliberal que acentúa las desigualdades sociales y las injusticias. Entraron a la arena política directamente, cuestionando los fundamentos del mito neoliberal que hegemoniza la clase política chilena desde 1990.

Piñera aún no resuelve la crisis. Su aprobación bajó a un inédito 14% según la encuestadora Cadem. Partidos de oposición anuncian una acusación constitucional por las graves violaciones cometidas por fuerzas del estado, en la primera vez en más de treinta años que los militares salen a la calle.

La agenda de profundización neoliberal de la derecha política ha sido sepultada por la movilización social. Nadie parece creer a Piñera su pedido de perdón, su nueva agenda social y, su afirmación de que haya escuchado el mensaje y su: todos hemos cambiado. Porque a pesar de anunciar medidas, terminar con el Estado de Emergencia y cambiar gabinete, continúan las manifestaciones.

La movilización social, desmintió su afirmación, desde su burbuja, de que Chile, en relación a una América Latina convulsionada en materia política, es «un verdadero oasis de paz, con una democracia estable, (y que) el país está creciendo». La acumulación de demandas sociales hace que muchos la preveían, la esperaban o la temían. La coherencia antineoliberal del amplio abanico de demandas sociales replantearon con urgencia, la necesidad de cambiar la Constitución, redibujando el panorama político.

Piruetas Discursivas del Presidente Piñera

Hay un antes y ya hay un después de la histórica movilización del viernes 25 de octubre en Plaza Italia en Santiago. Se reunieron más de un millón de personas en Santiago y, otros cientos de miles manifestaron pacíficamente desde Arica a Punta Arenas, a pesar del estado de emergencia.

La evasión del pago del metro ante una nueva alza de 30 pesos, promovidas por secundarios: «Evadir, no pagar / Otra forma de luchar«, propuesta por los revoltosos estudiantes secundarios del Instituto Nacional, fue la chispa que favoreció la aglutinación inédita de demandas formuladas esporádicamente durante los últimos años a lo largo de todo Chile.

En reacción el gobierno y los medios de comunicación tradicionales defendieron la tesis sobredimensionando desmanes por delincuentes y antisociales aislados. La lógica represiva de la Moneda, llevó a la instalación del Estado de Emergencia y la declaración de que Chile estaba en «guerra contra un enemigo poderoso«.

Un reflejo caricatural de la ruptura entre el gobierno y el mundo real, reconocida hasta por la ultraderechista Evelyne Matthei, ex candidata presidencial por la Unión Demócrata Independiente (UDI) que pidió que los próximos ministros no sean todos de colegios del barrio alto, cortados de lo que ocurre en Chile.

Se impuso la lógica de la mayoría. En movilizaciones pacíficas millones de chilenos dijeron Basta! obligando al gobierno a variar de registro. Piñera pidió perdón y anunció medidas sociales para los más vulnerables. Prometió abandonar su agenda neoliberal que incluía, con la reintegración, la reducción de impuestos para los empresarios, justificada porque son creadores de empleo.

Pero Piñera no fue creído: No amainó la movilización. Al contrario, fue por convocatoria de organizaciones sociales que se realizó la ya emblemática movilización del 25 de octubre, exigiendo cambios reales.

Finalmente Piñera, luego de saludar la manifestación, a pesar de que era, en contra suya y de lo que representa, prometió terminar con el Estado de emergencia y cambiar el gabinete ministerial. Con ello dio la tónica al discurso de la derecha que califica de inorgánica, o como señala el ideólogo derechista Carlos Peña, un nuevo arcoiris ligado al proceso de modernización capitalista. Para la Tercera, de lo que se trata principalmente es de darle un adecuado «cauce institucional» al conjunto de demandas. Lo cierto es que el cambio de gabinete no cambia fundamentalmente la situación y siguen las manifestaciones pacíficas y es que la sociedad civil, se transformó en sujeto político.

En la marcha del 25 de octubre, varios pidieron la renuncia de Piñera. En el parlamento la oposición tiene los votos para una acusación constitucional. Hasta el Economist considera que la gestión de la crisis por Piñera fue inepta.

La represión por militares en la calle recordó tiempos de la dictadura militar. De acuerdo al recuente oficial del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), el domingo 27 de octubre, había presentado 88 querellas, incluyendo homicidios. violencia sexual, entre otras. Había 3.193 detenidos (entre ellos, 343 niños y adolescentes). 1092 personas heridas en hospitales entre disparos de bala, perdigones. balines. Hay 126 personas que han perdido total o parcialmente la vista producto de disparos de balines o perdigones por la autoridad pública. Serían más según Carlos Margotta, presidente de la Comisión Chilena de Derechos Humanos. Todo ello recuerda los largos años de la dictadura militar. El lunes 28 de octubre llegaron tres expertos de la Alta Comisionada de los Derechos Humanos para investigar las nuevas violaciones de derechos humanos.

¿Un Nuevo Periodo?

Creemos que la persistencia de la movilización social, confirma la ruptura del movimiento social con preceptos claves y los paradigmas que sustentan un modelo neoliberal pretendidamente exitoso. Conllevan incluso, un cuestionamiento valórico de la futilidad del individuo consumidor y la resurgencia del pueblo tradicional desconfiado respecto de las élites. Se trata de una movilización esencialmente pacífica que denuncia la violencia neoliberal. Refleja el reencuentro con la solidaridad del Baile de los que sobran y el emblemático Derecho de vivir en paz, de Victor Jara.

Ello acota históricamente, el periodo de 1990 y 2019, como años de un ensayo cuestionable de organización social, política, económica y de valores. La movilización remeció las bases de un sistema político estable y consensual, dependiente de la separación entre la sociedad y la clase política, con su corolario de corrupción por la ausencia de instancias de participación intermedias de interlocución.

La revuelta social fue animada contextualmente por la agenda de profundización de las políticas neoliberales en el segundo gobierno de Sebastián Piñera; para tiempos mejores, que nunca llegaron.

Por las declaraciones hirientes de ministros como el de economía, llamando a levantarse más temprano para pagar más barato el Metro, entre otras que causaron resquemor. Por las alzas desmedidas y recurrentes, incluida la del metro, la de la electricidad, resultados del apetito insaciable de la burguesía chilena. Ellas despertaron un sujeto social, diverso como sus reivindicaciones al que se le acabó la paciencia.

Imagen de redes sociales: «No son 30 pesos. Son 30 años»

Caló la consigna, «No son los 30 pesos de aumento del metro, son 30 años!«. La salida a las calles, por primera vez en más 30 años de los militares como solución del presidente y su ministro Chadwick, fortaleció el carácter masivo y pacífico de la movilización. Confirmó la juvenil consigna, de que «nos robaron tanto que nos quitaron hasta el miedo«. Otras señalan: Mi abuelo tenía miedo, yo no!

¿Cuál lectura?

Creemos que es un contrasentido afirmar que se trata de un movimiento social espontáneo e irreflexivo. Al contrario la ausencia de partidos no va en desmedro de una profunda coherencia programática de los manifestantes en su rechazo de las consecuencias del neoliberalismo, en todas las esferas de la vida social. Desde el reconocimiento de la plurinacionalidad chilena y el respeto de los derechos de los pueblos indígenas, de identidad sexual, de los niños. Donde se envía a cárcel a los pobres pero se dan clases de ética los poderosos, como los millonarios de Penta.

Es en esa medida en que marca un fin de periodo, luego de la ruptura del acuerdo consensual que solidificó el pacto de los años de la Concertación y la Nueva Mayoría. Consenso que dio legitimidad a una democracia restringida, sin participación política en instancias de mediación. Con políticas neoliberales, presentadas como una modernidad que apela al pragmatismo por la imposibilidad de otras opciones.

La profunda crítica de la clase política, autocentrada, que goza de altos sueldos y privilegios, que participa de la corrupción, que abandona a su suerte no sólo los más vulnerables sino que además las capas medias, aspiracionistas, plantea la crisis terminal del modelo de democracia restringida en ruptura con la sociedad. Una condición necesaria para la estabilidad de un modelo económico neoliberal.

El movimiento social revela una conciencia de la injusticia social, de la distribución regresiva de ingresos, inscribiéndose en una memoria histórica, tanto del gobierno de Salvador Allende, como de la lucha contra la dictadura de Pinochet. Cuestiona el pretendido éxito de la apuesta por una salida consensual en 1990, que abandonó un proyecto rupturista ante la intransigencia represiva de la dictadura. Que valoró la democracia en si como sistema y fin en sí misma hegemónica en tiempos de globalización arrolladora pos fin del conflicto Oeste-Este.

La explosión social reabre la participación social en la definición de la política chilena, ante los desafíos del siglo XXI, y propios de América Latina.

¿Y ahora Qué?

El carácter transformador de la movilización de la sociedad civil contra un Estado que no la representa interpela un sistema político refrendado en julio de 1989, de permanencia de la Constitución pinochetista, como de la lógica profunda del modelo económico neoliberal que la acompañaba.

Como índice de que estamos en nuevo periodo, ya comenzó la batalla por dar sentido y canalizar la revuelta social.

Treinta años son largos. El retorno del sujeto social no cuenta con la tradicional interlocución de partidos. Los partidos de izquierda están a remolque de una movilización que afirmaban animar. El historiador Gabriel Salazar, tiene razón al afirmar que el 25 de octubre, se desautorizó la clase política: las banderas de los partidos tradicionales estaban ausentes.

Algunos esperan que el nuevo pacto social reafirme bajo nuevas bases un consenso modernizante, como en 1989. Que se salve lo esencial del modelo.

Que todo cambie para que todo siga igual, como era la estrategia tras el tuit de Piñera, emulo del Gatopardo, al saludar la movilización contra su gobierno y lo que él representa.

Otros esperan que el nuevo pacto social se traduzca en una nueva Constitución que sea elaborada por primera vez con participación ciudadana. A diferencia de las tres Constituciones chilenas anteriores. Un desafío de envergadura.

En todos los casos, Chile entra en un nuevo periodo. Resurgió el ciudadano como sujeto social, colectivo, con todo lo que ello conlleva de revolucionario ante el individualismo propiciado por el mercado. Las nuevas formas y los espacios de interlocución política dependerán de una movilización que no tiene visos de amainar. El nuevo sujeto social obliga a una recomposición de fuerzas políticas que traten las personas como ciudadanos y no como simples consumidores. ¿Se abren finalmente las grandes Alamedas, del presidente Salvador Allende?