Nuevos aires

RODRIGO ORTEGA

Un periodista de Radio-Canada le preguntó a un miembro del partido –relativamente “desconocido”– que sacó más votos en la última elección municipal de Montreal: “¿A qué atribuye esta sorpresa, esta cantidad de sufragios que están obteniendo a vuestro favor?”. El entrevistado le respondió: “Para usted es sorpresa, pero no para nosotros, pues sabíamos que teníamos mucho apoyo de la gente. Lo que pasa es que ustedes, los periodistas, nunca nos entrevistan, nos ignoran siempre, pero ahí estábamos y la gente estaba y está con nosotros”.

Me pareció en extremo pertinente la respuesta del entrevistado y reveladora de un fenómeno que trasciende una elección política. Lo que sucede es que amplias capas de la sociedad han estado ignoradas desde hace mucho tiempo por los medios de comunicación tradicionales. La gente, por su parte, ha venido encontrando otras maneras de organizarse y de expresarse públicamente. Es el lado bueno de las llamadas redes sociales que funcionan por Internet.

La elección de la alcaldesa de Montreal, Valérie Plante, corresponde a esta nueva situación comunicacional que ha venido instalándose gracias al empoderamiento de la gente en los distintos sectores de la sociedad. ¿Quién hubiera creído, hace algunos años atrás, que un minúsculo partido, Projet Montreál, le haría frente y derrotaría a la aceitada maquinaria de un exdiputado liberal federal, el depuesto alcalde Denis Coderre? Nadie lo hubiera creído, y no porque no se hubiera intentado, porque sí se trató de echar abajo en múltiples ocasiones a monumentos de la política tradicional, pero los periodistas nunca estaban ahí cubriendo aquello que los ciudadanos hacían. Los micrófonos de los medios se concentraban, y aún lo hacen, solo en los partidos garantes de una tradición cuya impronta está empezando a quedar atrás, cada día más atrás. Por suerte.

Todo parece indicar que la vieja política tradicional ha comenzado su descenso al lugar que le corresponde: la desaparición, el hundimiento en el olvido y el silencio, por no haber sido −desde hace décadas– representativa sino de un puñado de personas que fueron perpetuando su poder gracias a la complicidad de los medios de comunicación que comulgaban con el credo de la sumisión y la docilidad. Han sido ellos, los medios, los cómplices de esta falta de representatividad ciudadana, de esta ausencia “del pueblo”, como se le solía llamar antaño.