Emilio Reyna: “No me imaginaba poniéndome un frac de pingüino”

“En su momento vi que había una disonancia entre la academia y todo lo que pasaba fuera de esa burbuja”.
“Me sorprendió ver gente de mi edad que tocaba muy bien y que trabajaba en un restaurante de comida rápida”, dijo el pianista Emilio Reyna a Pulso.

JOHN G. LAZOS

Hay que tener talento para tocar el piano, pero hacer jazz requiere de ciertas cualidades. Emilio Reyna ha pasado los últimos siete años de su vida estudiando y haciendo jazz en Montreal. El camino no parecía tan simple al principio, hasta que un sonido lo fue llevando al siguiente.

¿Cómo comenzaste con la música? Emilio responde: “Mi padre es violinista y me introdujo desde que era pequeño… recuerdo haber tenido una experiencia muy fuerte en un recital cuando escuché a unos de los alumnos tocar el piano sin saber lo que me estaba pasando, siempre regreso a este recuerdo. Luego entré a estudiar, tenía una clase, Introducción al Lenguaje de la Música, donde teníamos que escuchar obras y luego hacíamos una contextualización histórica y me di cuenta de que el lenguaje musical puede racionalizarse para ser un lenguaje en sí”.

Lo normal era hacer carrera de pianista, estudiando música clásica. El cambio era inevitable. “En su momento, nos dice, vi que había una disonancia entre la academia y todo lo que pasaba fuera de esa burbuja. A veces siento que hay demasiada presión en ese medio. Además, no me imaginaba poniéndome un frac de pingüino para tocar un concierto que había que estudiar durante todo un año. Hay algo impresionante acerca de improvisar el jazz que no entendía”.

“Empecé a hacer la carrera de piano clásico cuando pude ir a Nueva York donde escuché a jazzistas de primer nivel. Fue impactante ver a músicos que había escuchado antes tantas veces en los discos. Entonces envié mis postulaciones a varias escuelas cuando alguien me dijo que lo intentara en Montreal. Lo único que sabía de esta ciudad era que había un festival de jazz”.

No hay por qué arrepentirse, él mismo lo confiesa: “Fue una de las mejores coincidencias que me pasaron en la vida. Montreal es una ciudad relativamente chica y al mismo tiempo hay tantas actividades. Me sorprendió ver gente de mi edad que tocaba muy bien y que trabajaba en un restaurante de comida rápida. Es normal que los colegas tengan un trabajo de medio tiempo y el resto lo dediquen a hacer música. Yo, para ir cerrando, doy clases de música en un par de escuelas. Pero también tengo mis proyectos con una red de colegas”.

El jazz de hoy en día exige tocar, improvisar, componer. Para el joven pianista algo que cambió en la escena de Montreal es el Café Résonance que se encuentra en la Avenida Parc. “Tiene música todos los días y es un espacio en donde puedes experimentar”.

Emilio Reyna ya ha grabado dos discos, tocando música de su autoría: La lenta marcha de las estrellas y Círculos blancos. Ambos pueden escucharse en la plataforma Bandcamp