La imperfección de los inmigrantes

Para Jean-François Lisée, candidato a la direccción del Partido Quebequense, la “buena” inmigración es aquella que satisface las necesidades del mercado del trabajo. | FOTO: RADIO-CANADA

JAVIERA ARAYA

Leí con perplejidad las declaraciones de un candidato a la dirección del Partido Quebequense. Según él, actualmente la inmigración en Quebec no solo debe disminuir (puesto que no constituiría un aporte significativo a la economía), sino que además debe orientarse a “mejores” inmigrantes, es decir, a aquellas personas que “se integran inmediatamente”. Al principio, no entendí muy bien a qué se refería. Luego de seguir leyendo, me di cuenta de que, para este político, la “buena” inmigración es aquella que satisface las necesidades del mercado del trabajo. O sea, que vengan quienes puedan llenar una necesidad de las empresas quebequenses o que operan en el territorio.

Pensé en todas esas personas que vienen del extranjero con visas de trabajo temporales (en general desde México o Guatemala), generalmente a trabajar en la agricultura, y que deben soportar una serie de abusos para no ser expulsadas del país. O en todas esas personas que trabajan sin papeles en limpieza o en la restauración, para agencias de empleo que dudosamente respetan las leyes del trabajo y a veces por salarios inferiores al sueldo mínimo. “¡Ah!” – me dije – “si el criterio es encontrar trabajo inmediatamente, en esas condiciones, ¡todas esas personas formarían parte de la buena inmigración!”.

No era el caso. Seguí leyendo y me di cuenta de que este candidato habla de personas inmigrantes que pasan por el sistema de puntos (o sea que ya tienen un diploma universitario y que provienen de cierta clase social en sus países de origen) y que son reclutadas en “Francia, Bélgica y Barcelona”. Claro, los y las inmigrantes provenientes de esos lugares tienen menores tasas de desempleo en Quebec (eso sí, cuando no son miembros de minorías visibles).

“¡Ah!” – me dije, de nuevo – “¡de esa inmigración habla! Francófonos y francófonas blancos, de clase media o alta y que frecuentan salones de empleo, esos constituyen la inmigración “perfecta”. Según este razonamiento, que solo los acepten a ellos y tendríamos la mejor política de inmigración del mundo. De pasada, y puesto que solo habría inmigrantes perfectamente francófonos, blancos y llenos de diplomas, capaz que se acabe la discriminación. En fin, no solo leí estas declaraciones con perplejidad, sino que también con ironía.