Pulso: Cuatro años de materia vegetal

La angustiosa urgencia de fotografiar el café con un corazoncito o el sandwich que uno ingiere y “compartirlos” en Facebook, para luego revisar si le han puesto un “Me gusta”. FOTO: LEIDOLV MAGELSSEN

RODRIGO ORTEGA

Por estos días en que Pulso cumple cuatro años, he estado hablando con unos amigos especializados en periodismo papel y digital. Con ellos hemos analizado la importancia de la presencia en Internet de este periódico y de los medios de prensa en general.

Claro, hoy la cosa funciona así, aunque aún habemos aquellos que nos sentamos a leer diarios o revistas de papel, todavía preferimos el contacto de la materia vegetal en las manos, este engendro de árbol que usted tiene entre sus dedos, Don Papel. Pero ¿cuántos vamos quedando así? Algunos dicen que muchos, otros que pocos. Por mi parte, aún veo gente muy joven con periódicos en las manos. Y me gusta verlos así. Cómo no, si vengo de un hogar donde los fines de semana se compraban todos los diarios que circulaban en mi ciudad natal, Santiago de Chile, y se leían completitos.

Como soy hijo de periodista, me crié con los “diarios del día siguiente” y recorrí salas de prensa de periódicos y radios desde mi primera infancia. Fiel compañera me ha sido la tinta desde siempre. Cuando salía a la calle, ¿dónde me iba a meter? Al quiosco de diarios de la esquina. Ahí pasaba largas horas de papel. Otros vecinos también llegaban a ese lugar y leían de pie los diarios, sin pagarlos. Hasta que “el Pelao Carlos”, el dueño del negocio (de un metro cuadrado), les decía: “Ya, váyanse, que esta huevá no es ná biblioteca!”.

Obviamente, en esa época no había la angustiosa urgencia de fotografiar el café con un corazoncito o el sandwich que uno estaba ingiriendo y de “compartirlo” para emocionar y brindarles cultura a los amigos; tampoco había la prisa por ver un video o un largometraje caminando por la calle sonriéndole o llorándole al teléfono, viendo secuencias “cómicas” en Facebook, espectadores dóciles, atontados por el celular, ausentes completamente del momento presente, como si la vida en sí misma fuera aburridísima.

Por eso, y por muchas cosas más, me gusta el papel, porque no es para zombis (1) o seres cabizbajos, sino para gente que aún va con los ojos abiertos por el mundo. Y como, modestamente, estamos cumpliendo cuatro años este mes, saludamos al papel que como Pulso proporciona cultura y que vino al mundo para prolongar los brazos del árbol. ¡Muchas gracias a todos por leernos cada mes durante todo el mes!

(1) Zombi: adjetivo/nombre común coloquial. Persona que está atontada, aturdida.