¿Y si nos ayudamos?

JAVIERA ARAYA

Muchas cosas funcionan según la lógica de la competencia. Las universidades seleccionan sus estudiantes según las notas que obtuvieron en la escuela. Las empresas compiten entre ellas para ver cuál vende más y por lo tanto gana más dinero. Algunos trabajos ponen a competir a las personas candidatas al empleo para ver quién se queda con ese puesto de trabajo y las hacen competir por mejores salarios. En Internet, se compite por “likes” y por parecer más feliz que los otros. Las burocracias hacen competir a la gente por becas y beneficios.

Es como si no hubiera suficiente espacio para que todos y todas podamos vivir juntos, siempre peleando contra otros por algo que pareciera ser más escaso que lo que nos gustaría. Esa es la premisa según la que se organizan muchas cosas, siempre tratando de ser mejor que otros en algo, ¡incluso que uno mismo!

En realidad, estar siempre compitiendo no solo es agotador, sino que también es una ilusión. El mundo funciona no gracias a que la gente compite entre ella, sino que más bien a pesar de ello. Cada mañana, la gente se acomoda en el metro para poder compartirlo, da consejos a sus amigos y amigas sin esperar nada a cambio, ayuda a sus colegas en el trabajo y, a veces, se organiza para resolver problemas que los afectan colectivamente.

En Chile, por ejemplo, los y las pobladoras se organizaban en los años ochenta en “ollas comunes”, formas de cocinar colectivamente que les permitían comer. Un poco en todo el mundo, las mujeres se apoyan entre ellas para sobrevivir a los distintos tipos de violencia a los que se exponen por ser mujeres. En territorios indígenas, la población se organiza para defender sus tierras de la avaricia de las compañías petroleras queriendo instalar sus oleoductos en ellas. Las personas sin papeles migratorios se ayudan mutuamente para poder encontrar trabajos, casas y cuidar los niños y niñas.

Es precisamente gracias a que la gente no compite entre ella, sino que se ayuda, se organiza y coopera, que sobrevive. La próxima vez que estemos en alguna competencia por algo, deberíamos recordarlo.