Te llamas Rosa y yo Esperanza (De un poema de Gabriela Mistral)

La poetisa Gabriela Mistral dejó en un poema una muestra delicada de su amor por otra mujer. | FOTO: ANNA RIWKIN

LUISA OLAYA

Antes de venir a Montreal, tuve amigos de quienes todo el mundo murmuraba que preferían los hombres. La única lesbiana que “identificaba” era una prima lejana a quien nunca le conocimos novio. Había hombres y mujeres a quienes juzgar por ser un poco diferentes, pero nada confirmado. Creo que tuve un tío homosexual que murió de manera muy triste, pero es un tema que no se toca en familia. Por lo menos en mi pueblo, los “gays aceptados” trabajaban como peluqueros.

Otros mundos

Me consideraba una persona abierta a los homosexuales. Yo utilizaba frases como: “cada cual escoge qué hacer con su vida” o sino “desde que no sea conmigo”.

Llegando aquí conocí la calle Ste-Catherine y sus vitrinas coloridas, supe que es más corto decir los LGBT que Lesbianas-Gays-Bisexuales- Transexuales. Al principio me asombré con las muestras de cariño que se autorizan algunas parejas LGBT: tomarse de la mano, miradas tiernas, cercanía y ¡hasta besos!

¿Homosexual y pedófilo no son sinónimos?

Cuando vi pasar el desfile del orgullo gay, me pregunté ¿por qué tenían que desfilar y disfrazarse? ¿Para qué tanta alharaca? , incluso pensé que les iría mejor un poco de discreción. A la mujer abierta que yo era, le tomaron años para escuchar y ver las realidades de amigos, colegas de trabajo y otros conocidos. Fue aquí en donde conocí a parejas de lesbianas y gays que llevan más de 30 años juntos, a niños y a jóvenes muy bien educados por parejas LGBT. Aquí entendí que homosexual y pedófilo no son sinónimos y que ser LGTB no se escoge, ni se obliga: se es y punto.

Desfilar y disfrazarse

En la televisión hace unos años, el protagonista de Pure laine, para explicar a su hija el por qué de Te llamas Rosa y yo Esperanza — De un poema de Gabriela Mistral nuestras diferencias, hizo una comparación entre los LGTB y una etnia de otro país. La imagen me sirvió para entender la importancia del desfile del orgullo gay.

Si lo veo así, no hay mucha diferencia entre los LGBT y quienes claxonan en sus carros y se pintan la cara cuando ganan la Copa del Mundo de Fútbol. Ni entre quienes nos ponemos sombreritos verdes para acompañar a los irlandeses que recuerdan su historia, o entre quienes saltamos el 24 de junio para celebrar la identidad de Quebec.

Después de años de oscuridad, los LGTB muestran el orgullo y la alegría de poder existir en lugares como este en donde no corren (casi) el riesgo de ser repudiados o peor de ser asesinados por vivir el amor como lo sienten.

Queda mucho camino

La aceptación de las personas LGBT está lejos de ser general. Incluso en este país, modelo de apertura, hay condiciones que desconocemos porque estaban relegadas al cajón de lo extraño. Me refiero a las personas transgénero en las que la biología y la identificación social no siempre concuerdan, son al mismo tiempo hombre y mujer. En los antiguos escritos del griego Platón, los llamaban andróginos. Durante algún tiempo y en algunas culturas, fueron incluso venerados. Luego, por varios siglos fueron rechazados y obligados a ser como todos, a entrar en el molde de la “normalidad” con todos los sufrimientos incluidos.

En Quebec, existen centros de investigación como el CREMIS que estudian las desigualdades y la discriminación que sufren estas personas frente a los servicios del Estado. L’UQAM tiene un centro dedicado al estudio de la homofobia. El organismo GRIS, busca, entre otros, la integración de los LGBT en la sociedad y tienen voluntarios que van a las escuelas a dar conferencias. Todos estos son buenos esfuerzos para seguir aprendiendo a convivir con nuestras diferencias.

Para terminar, unos versos de la gran poeta chilena Gabriela Mistral quien dejó una muestra delicada de su amor por otra mujer:

Dame la mano y danzaremos;
dame la mano y me amarás.
Como una sola flor seremos,
como una flor, y nada más…

El mismo verso cantaremos,
al mismo paso bailarás.
Como una espiga ondularemos,
como una espiga, y nada más.

Te llamas Rosa y yo Esperanza;
pero tu nombre olvidarás,
porque seremos una danza
en la colina y nada más…