La “comunidad”

RODRIGO ORTEGA

Recibimos, hace algunos días, la agradable invitación de Martín Movilla, periodista de Radio Canadá Internacional, para hacer un balance de los tres años de Pulso.

La palabra “comunidad” resonó varias veces durante la entrevista. Claro. Pulso es un periódico de carácter comunitario en el sentido que se dirige a un grupo específico de la sociedad, a la denominada comunidad latinoamericana de Montreal. No obstante, no es solo eso. El concepto de “comunidad latinoamericana”, dijimos a Radio Canadá, restringe la integración de los latinoamericanos a esta sociedad y a los intercambios que se pudieran establecer entre los oriundos de Quebec y las personas procedentes de América Latina.

Sí, somos una comunidad pero también somos ciudadanos activos de este país en el cual trabajamos, opinamos, aportamos e intercambiamos cultura, conocimientos, objetivos. Nos integramos. Cuando ya dejamos de sentirnos comunidad y formamos parte de un todo más vasto que el pequeño círculo de gente que habla español, es ahí que estamos viviendo el país, construyendo un camino positivo y que se proyecta muchísimo más allá de la acotada “comunidad” que nos caracterizaría.

Se entiende

Dicho todo eso, no es menos cierto que también es comprensible que muchos latinoamericanos o grupos étnicos tiendan a encerrarse en sus propios muros, costumbres y actividades. Se entiende porque es allí, en la comunidad, donde se encuentran los códigos culturales : el humor, las comidas, los modismos y tantas otras cosas. Nadie puede negar lo agradable que es sentirse comprendido entre gente que comparte una misma cultura.

Sin embargo, una cosa es navegar en nuestras propias costumbres y tradiciones y muy otra es encerrarse en estas. Y, perdón por la moralina, pero la “comunidad” no puede ni debe alejarnos del proceso de integración.

He conocido, en los 30 años que resido en este país, a muchos latinoamericanos que apenas hablan francés o inglés porque desde que arribaron a Canadá se fueron quedando en su propio circuito, en su propia comunidad. Y un día volvieron y allá les preguntaron acerca de este país… Allá se dieron cuenta de que sabían muy poco o nada del lugar donde vivieron largo tiempo:

– ¿Y los indígenas de allá?– les preguntaron.

– Eeeh… No sé.

– ¿Y la historia de Quebec? – Eeeh… No sé tampoco.

Al final se dieron cuenta de que se habían convertido en formidables ignorantes. Voluntaria y tenazmente.