En Canadá también hubo júbilo por la beatificación de Romero

Salvadoreños en la ceremonia realizada en la Iglesia Nuestra Señora de la Guadalupe. Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Arzobispo de El Salvador, fue asesinado el 24 de marzo de 1980.

Con una misa de agradecimiento, efectuada en la Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe, en Montreal, la comunidad latinoamericana celebró la beatificación de Monseñor Óscar Arnulfo Romero considerado el “San Romero del mundo”. La iglesia estuvo colmada. Muchos feligreses atendieron el llamado portando flores blancas que, luego de ser bendecidas, fueron colocadas en el altar como ofrendas que simbolizan la paz y justicia. Ambas luchas que sostuvo el Obispo, asesinado el 24 de marzo de 1980.

“Monseñor tenía un espíritu que no lo dejaba estar tranquilo, tenía que hablar, tenía que visitar y escuchar a su gente. Ese espíritu no le permitía quedarse callado, tenía que denunciar”, expresó el sacerdote Percy Díaz durante la celebración de Pentecostés.

En tanto, la cónsul general de El Salvador en Montreal, Verónica Pichinte hizo una cronología del camino recorrido desde hace 25 años, hasta la beatificación del mártir efectuada este 23 de mayo en San Salvador, El Salvador, ante la presencia de una multitud proveniente de diferentes países.

“Lo más importante que tuvo que hacer El Salvador fue reconocerlo a él como nuestro mártir. Nuestro pueblo ya lo hacía, pero por muchos años el Estado no”, señaló la funcionaria al recordar que en 2009, finalmente se le confiere “el lugar que siempre se ha merecido en las páginas de nuestra historia” al considerársele como guía espiritual.

El padre Víctor Guevara, destacado en la Iglesia de Chateauguay, relató cómo Romero lo salvó de la muerte. “Fue a sacarme de la cárcel de la Guardia Nacional donde yo estaba preso. Me habían llevado con unos 70 campesinos de Aguilares. Afortunadamente no me habían maltratado demasiado. Yo no olvido ese encuentro”.

Muchos otros servidores de la Iglesia Católica no corrieron con la misma suerte y fueron asesinados durante los doce años que duró el conflicto armado (1980- 1992).

“Seis meses antes de su muerte él me dijo: ándate, porque tú eres el próximo en la lista. Metí todo en carrera en mi valija y me regresé a Quebec donde ya conocía y tenía buenos amigos sacerdotes que incluso ya habían ido a El Salvador”, rememoró el sacerdote.

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[quote_box_center]Romero había profetizado: “Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”.[/quote_box_center]

Monseñor Romero reconocido como “la voz de los sin voz” fue asesinado mientras oficiaba una misa en la capilla del Hospital de la Divina Providencia en la colonia Miramonte de San Salvador. Un crimen del que la Comisión de la Verdad, encargada de investigar las atrocidades cometidas durante la guerra en El Salvador, responsabilizó al ex-Mayor Roberto D’Aubuisson y a los Escuadrones de la Muerte.

Sus palabras fueron proféticas. En marzo de 1980, durante una de sus homilías, Romero pronunció: “Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”. Y en efecto, así fue.

Ahora, en El Salvador, desde 2009, se ha reconocido el 24 marzo como el Día Nacional de Romero. Pero su mensaje se ha expandido más allá de las fronteras salvadoreñas. En efecto, la Organización de las Naciones Unidas ha declarado esa misma fecha como el Día Internacional del Derecho a la Verdad, en relación a las violaciones a los derechos humanos y a la dignidad de las víctimas.

El pasado 3 de febrero, los salvadoreños acogieron con júbilo el anuncio que hiciera el Papa Francisco al autorizar la promulgación del Decreto de la Congregación para las Causas de los Santos, con el que se declaró a Romero beato de la Iglesia por considerar que su asesinato fue cometido por “odio a la fe”.

Ahora monseñor Romero no solo permanece en los corazones de los salvadoreños, sino también en el de aquellos que mantienen una lucha por la paz y la justicia.