“Zapoteca nacida en México y que ahora vive en territorio mohawk”

Antes de dar inicio a la entrevista, Edith Mora da las gracias a la Madre tierra, a las mujeres, al agua y a las medicinas ancestrales, es decir a todos los que nos dan la vida. Una parte de su intervención se hace en lengua mohawk. Para el autor de estas líneas, es una manera inusitada de entrar en materia, y nos damos cuenta de que estamos en presencia de una inmigrante atípica.

 JOSÉ DEL POZO,
Historiador UQAM

Edith Mora nació en Ciudad de México, de madre  zapoteca, una etnia del oeste de México. Durante buena parte de su infancia y juventud creció como una mexicana más, sin prestar mayor atención al hecho de ser descendiente de esa nación autóctona. En 2003, vino por primera vez a Montreal para hacer una maestría en Ciencia Política en la UQAM. Gracias a la formación recibida, comenzó a interesarse en la preservación del medio ambiente, elemento importante en su evolución posterior. Una vez terminados sus estudios, regresó a México con la idea de pedir la inmigración y establecerse en forma definitiva en la metrópoli quebequense. Ello ocurrió en el año 2008.

Poco después de haber iniciado esta nueva etapa en Montreal, tuvo su primer contacto con una nación que despertaría su identidad matrilineal al asistir a una manifestación organizada por diversos grupos ciudadanos, entre los cuales se encontraba un grupo de mohawks. Conversó durante largo rato con ellos.

Posteriormente, comenzó a participar asiduamente en la vida comunitaria de los mohawks en Kahnawake, cerca de Châteauguay. Allí se realizan, todos los sábados, en la Casa Larga, ceremonias de agradecimiento  a las plantas tradicionales, maíz, frijol, calabaza y fresas, según los ciclos naturales. En otras ocasiones, se habla de la necesidad de defender los recursos de la Madre tierra, denunciando los proyectos de explotación minera, de oleoductos, de la fracturación para extraer gases,  o pidiendo el cierre de alguna planta nuclear. En estas reuniones muchas veces están presentes personas de otros países, venidos de lugares tan lejanos como los mapuches del sur de Chile, o bien antropólogos de Londres. Los mohawks preparan también obras de teatro, donde se narran episodios claves de su historia, como el drama de los niños llevados a la fuerza a los pensionados, a fin de despojarlos de su propia cultura, que han sido presentadas en la Universidad McGill.

Edith ha llegado a ser integrante del Consejo tradicional de la Casa Larga, en Kahnawake,  y dedica buena parte de su tiempo a aprender el idioma mohawk y su cultura. Su identificación con el mundo mohawk es muy grande, lo que ha cambiado su percepción de la sociedad, la política y también de  la inmigración. Acusa al gobierno canadiense, tal como el de otros países de América, en el norte o en el sur, de haber practicado una política de genocidio contra los pueblos originarios. Afirma que los inmigrantes deben ser conscientes de que se establecen en un territorio que pertenece a estos  pueblos, y que los nuevos llegados deberían conocer sus culturas y los tratados entre indígenas y  europeos.  Critica todas aquellas leyes canadienses que no reconocen los principios básicos de la cultura mohawk, como el de la matrilinealidad, básico para mantener el equilibro entre hombres y mujeres, y las que no respetan a la Madre tierra y Abuela Luna.

Por todas esas razones, no le interesa ser ciudadana canadiense y prefiere seguir viajando con su pasaporte mexicano. Cuando se le pregunta por su definición identitaria dice que no se puede declarar ni canadiense ni quebequense, sino “zapoteca de origen, ahora viviendo en territorio mohawk”.  Esta trayectoria la ha llevado, dice, a entregarse al trabajo más importante de su vida, el de defender a la Abuela Luna de los embates del capitalismo  y de lo que ella llama la “democracia lobbysta”.

Internet:
mohawkcouncilkahna.wixsite.com/wake