La librería Abya-Yala de Montreal: hace un cuarto de siglo…

Steven Kaal, a la derecha, y Lesvia Vela, fundadores de la librería Abya-Yala.

 José Del Pozo


El 12 de octubre de 1995, hace casi exactamente un cuarto de siglo, una nueva librería, centrada en la cultura latinoamericana, era inaugurada en Montreal. Nació por la iniciativa de una pareja formada por Steven Kaal, de padre estoniano, cuya familia debió huir de la ocupación nazi, y madre ecuatoriana, con Lesvia Vela, guatemalteca, llegada a la ciudad como refugiada en 1984, huyendo de la dictadura militar. Se conocieron en una actividad de un comité de solidaridad con Guatemala, donde ambos participaban. 

La idea de formar una librería surgió un poco por azar, en un momento de sus vidas en que acababan de tener un hijo y pensaban instalar un comercio para tener una actividad propia. Ambos compartían el amor por la literatura y la cultura. Steven tenía una formación en historia, con estudios en Harvard y en la Universidad de Montreal, donde hizo una maestría. 

Lesvia, de profesión contadora, se había interesado desde niña en la lectura y había trabajado en el Centro de Documentación de América latina. Una librería les pareció la mejor opción para realizar la idea de tener una pequeña empresa y que estuviera volcada a la actividad que a ambos les atraía. El nombre elegido, por una idea de Leslia, fue Abya-Yala, expresión de lengua cuna (etnia panameña) que significa “tierra madura”.

Partieron casi de la nada. No tenían computadora y todo el trabajo administrativo se hacía manualmente, por ellos mismos.

Partieron casi de la nada. No tenían computadora y todo el trabajo administrativo se hacía manualmente, por ellos mismos. El proyecto fue tomando forma gracias a un préstamo de gobierno para formar una pequeña empresa, y a la laboriosidad de la pareja, que comenzaron a formar un fondo de libros a través de diferentes medios. Lograron adquirir un buen número de volúmenes en las ferias de libros, donde los editores ofrecen un precio bajo a los libreros. Recibieron también donaciones de particulares y en una ocasión, de libros cubanos, luego de un viaje a la isla.

La librería fue creciendo y en sus estanterías se encontraban libros sobre Latinoamérica, tanto en español como en inglés y francés. Hubo incluso volúmenes en lenguas autóctonas. Y siempre fue más que una librería: también se realizaban exposiciones de pinturas y esculturas y se vendían discos y café traído de Guatemala.

Abya-Yala se transformó en un lugar de reunión de los amantes de Latinoamérica. Con mucha frecuencia se organizaban eventos, ya fuese lanzamientos de libros, recitales poéticos o conferencias sobre la literatura de un país. En una ocasión se presentó un libro escrito en lengua innut. Pese a que no se disponía de un gran espacio, se reunían grupos de 30, 40 y hasta a  veces 60 personas. Sus dueños consiguieron tener impacto fuera del local, cuando Steven logró que la literatura latinoamericana fuera incluída en la programación del prestigioso festival Metropolis bleu, que se organiza cada año en el mes de abril en Montreal. 

Por la librería pasaron visitas destacadas, como Rigoberta Menchú, que se alojó en casa de los dueños, que además participaron en la campaña para la obtención del Premio Nobel de la Paz que le fue posteriormente atribuído.

El sueño realizado por Steven y Lesvia se prolongó por nueve años. Llegaron a tener vínculos con docenas de editoriales y sus libros se vendían a particulares, a bibliotecas universitarias y municipales. Pero el proyecto llegó a su término cuando en 2004 el dueño del local resolvió destinarlo a otros fines y fue imposible encontrar otro lugar cuyo precio de arriendo fuera abordable. El 12 de agosto de 2004, Abya-Yala cerró sus puertas.  Pero el recuerdo que ha dejado en los que fueron sus clientes y amigos no ha desaparecido, como tampoco se ha olvidado la figura de Steven, fallecido prematuramente en 2018.