“Paloma, serpiente, cerdo” (Friedrich Nietzsche)

“Los desplazados y refugiados no son simples inmigrantes. Yo llegué como inmigrante a Canadá. Tuve tiempo de despedirme de los míos, de escoger qué dejar atrás y de buscar ayuda para la instalación aquí en los primeros meses”.

LUISA OLAYA

Esa frase, usada por el controvertido filósofo, ilustra cómo me veo a veces a mí misma. No por nada pertenezco a la especie humana y sé que podemos ser magnánimos y generosos, pero también perversos y calculadores.

Pensé en eso frente las imágenes de un niño ahogado en el Mediterráneo el 2 de septiembre. Ya es noticia vieja porque después, otras atrocidades han atraído los proyectores. Pero aún hoy, la vida de millones de desplazados sigue siendo una pesadilla y nosotros, los que en este momento estamos a salvo, nos miramos el ombligo.

Principio de realidad

He soñado con acoger a una familia de Siria. Me parte el alma verlos así tan indefensos frente al destino que les tocó. El problema es que no tengo suficiente dinero ni espacio en mi casa para acoger a alguien. Me alegra mucho saber que hay tantas personas en Canadá y en el mundo que se ofrecen a ayudarlos. Pero frente a la barbarie de quienes los hace huir y la indiferencia de quienes no los acogen, la desilusión me gana.

Los desplazados y refugiados no son simplesinmigrantes

Yo llegué como inmigrante a Canadá. Tuve tiempo de despedirme de los míos, de escoger qué dejar atrás y de buscar ayuda para la instalación aquí en los primeros meses. Fue un largo proceso de reflexión y trámites, todos conocemos la historia… Por el contrario, las personas que vemos en procesión a través de fronteras hostiles, no deciden poner en peligro sus vidas y las de sus hijos por un arrebato para mejorar su posición social. ¿Quién quiere dejarlo todo y que lo traten como perros? La respuesta es clara: solamente quienes se dicen que nada puede ser peor que lo que están viviendo.

Invasión árabe

En las redes sociales ya se anuncia cómo los nuevos refugiados van a “usurpar” nuestros derechos. A muchos la miopía no les deja ver que el colonialismo de Inglaterra, Francia, Estados Unidos y Canadá (entre otros) es lo que ha desequilibrado la vida de los países del Sur. Venta de armas, explotación minera, maquiladoras… la lista de cómo las potencias se inmiscuyen negativamente en la soberanía de otras naciones es larga. El desplazamiento forzado es uno de los resultados de la explotación de la que esos pueblos son víctimas.

Hay quienes temen que, de llegar aquí, estas personas y su cultura, radicalicen algunos de nuestros jóvenes. Puedo parecer ingenua, pero los jóvenes pueden tomar el mal camino en cualquier cultura o etnia. Por ejemplo, los latinos y los haitianos, están en riesgo de ser seducidos por un gang de rue, los “blanquitos pura lana” pueden volverse motards, los italianos mafiosos y los de ascendencia árabe… En este momento están en riesgo de dejarse tentar por el grupo terrorista Estado Islámico.

Sin banalizar los problemas que se puedan presentar entre la cohabitación de diferentes culturas, me digo que si una persona es bien acogida y se le ofrece seguridad y calidad de vida para su familia, es más difícil que surjan resentimientos que lleven a la radicalización. Aquí me estoy metiendo en el terreno de las suposiciones, no soy experta en el tema.

Qué más decir sino que acojamos a los que huyen. Pongámonos en sus zapatos que eso sí lo podemos hacer, incluso, aunque estemos sin un centavo…

Parecemos como en el poema de Alberti, “se equivocó la paloma: “ellos durmiendo en la orilla, nosotros en la cumbre de una rama”.