Escuchar sonidos de alto contenido musical

Johann Sebastian Bach.

John G. Lazos

¿Es posible imaginar un mundo en silencio? ¿Nuestro espacio inmediato sin ese elemento sonoro que llamamos música? Asumimos que la respuesta es negativa. La mayoría diría que buscamos estar rodeados de aquellos sonidos que más nos agradan, que mejor nos identifican. Pasa que cuando uno escucha música no puede concentrarse en nada más. Así de relevante es el arte del sonido en nuestro mundo.

De hecho, independientemente del medio, las posibilidades son varias. Amén de que podemos escuchar tanto en público como en privado, la misma pieza o una nueva, lo mejor de todo es la oportunidad de escuchar sonidos de un alto contenido musical. Pero esta última cualidad no es fácil de detectar para el oído, ya que en ella juegan factores excepcionales. En principio, se requiere de alguien que escriba una pieza, el compositor, alguien que la ejecute, el intérprete, y alguien que escuche, la audiencia.      

¡No puede ser tan difícil encontrar buena música! Diría el más puesto. Bueno, para empezar hay de todos los gustos. Si en la edición pasada hablamos de tres villancicos novohispanos que definitivamente deben de escucharse, ahora toca el turno al repertorio del otro lado del –como suele decirse— charco. Del mismo periodo, dicen que este estilo puede provocar una bola de emociones en el estómago, en el pecho que oprime y conmueve, la respiración se contiene y hasta dan ganas de llorar de pura felicidad. Nos referimos a la música barroca, y para ello, quisiera hablar de tres obras que tienen que ver también con el periodo que se aproxima: Navidad.

Ante todo, el apellido de Bach es seguramente el más conocido de todos. Tuvo varios hijos que aunque también se dedicaron a la composición, el referente inmediato siempre ha sido el del progenitor, Johann Sebastian (1685-1750). Del más de millar de obras que compusiera, un simple preludio, destaca gracias a que un músico francés le puso una angelical melodía. Nos referimos al conocidísimo Ave María de Bach-Gounod.

Tenemos que mencionar en este orden al Gloria de Antonio Vivaldi
(1678-1741). Como parte del Ordinario de la Misa, esta obra es la más popular dentro de su repertorio religioso. La gran mayoría de la obras de Vivaldi fueron escritas para coro y orquesta de mujeres en el orfanatorio donde lo llamaban el Padre Rojo debido al color de su cabello. Otra curiosidad, esta triunfal pieza para coro y orquesta fue prácticamente desconocida hasta entrado el siglo pasado.

Quiero comentarles que el Hallelujah, o simplemente como el archiconocido Aleluya, de Georg Friedrich Händel (1685-1750) y que forma parte de su gran Oratorio el Messiah, es en todo nuestro repertorio musical el movimiento que ha sido ininterrumpidamente interpretado desde su estreno allá en el año de 1741 y hasta la fecha.   

Mucho y poco se ha dicho del arte del sonido. Como parte de una tradición musical, litúrgica en principio y vernácula por costumbre, espero que su repertorio se haya ampliado al incluir una de las obras mencionadas.