Don Papel

Rodrigo Ortega

Pulso estuvo presente en una conferencia relativa al futuro de los medios de información y particularmente al frágil momento que viven las publicaciones en papel: diarios, semanarios, revistas.

Existe no solo preocupación al respecto sino también angustia. El cierre, en enero de 2018, del diario La Presse de Montreal, después de 133 años de circulación es sintomático de lo que está pasando en todo el sector de las publicaciones impresas.

Esto confirma aquello que vengo escuchando desde que empezamos a publicar Pulso, cuando mucha gente nos decía: “¿Por qué un periódico en papel, cuando todo el mundo hoy, incluso los grandes diarios, están pasando a Internet y abandonando la manera tradicional de publicar?”. A tan larga pregunta, siempre he respondido con un escueto: “Porque sí”. Y si se nos pide abundar al respecto, decimos que, pese a la crisis del mismo, creemos en el papel como un medio natural de reproducir la información y que, además, nos gusta el olor a periódico recién impreso y que también nos agrada el aroma cuando el papel envejece. Y que, por añadidura, nos provoca sumo placer el tocar la textura de las hojas de una revista como Pulso. Y decimos todo esto modestamente.

¿Que estas razones, todas hedonistas, no son suficientes para convencer a aquellos que consideran que existe una crisis en las publicaciones de papel y que además opinan que cortar árboles es un crimen contra la naturaleza? Respondemos que todo eso es verdad, pero no necesariamente cierto, que no es lo mismo. Creemos que el problema no radica en el hecho de cortar árboles para producir periódicos. Lo grave es cuando se tala para imprimir publicaciones que atentan contra la información o que contaminan visualmente y agreden al buen gusto. Ese es para nosotros el verdadero debate. Es más —y no me alejo con esto del tema— le cuento que como me gustan los libros, los diarios y las revistas viejas, en mi casa tengo algunas obras que datan del siglo diecinueve. A veces las abro, huelo, ojeo y hojeo. Paso con cuidado las páginas para que no se me desintegre ese paseo por el pasado. Un pasado que, aunque no tan remoto, me lleva directamente al encuentro, no solo con las historias allí narradas, sino también con la propia historia del papel, del árbol, y por ende, de la mismísima tierra.

Oda a la farmacia

Y cuando en esos pragmáticos menesteres ando, pienso en el poema de Neruda “Oda a la farmacia”. El poema, aunque cueste creerlo, es un elogio que Neruda hace al afirmar poéticamente que detrás de todo producto, por elaborado que parezca, se encuentra la telúrica raíz de la naturaleza y sus elementos, así como las manos indígenas u otras que en algún momento dispersaron en la tierra alguna semilla que dio un fruto que más tarde se convirtió en encantador producto o en funesto objeto. No en vano ese poema se encuentra en las Odas Elementales, que el poeta escribió ya en plena madurez.

Una oda al papel no caería mal por estos días. A Don Papel, el cual pese a la crisis en que se encuentran los impresos, sigue dándonos con gran generosidad materia orgánica entre las manos. Se impone entonces una oda escrita aunque sea con “tinta roja en el gris del ayer”, como poetizara el inmortal tango de Cátulo Castillo.