Más allá de las cuotas de inmigración

FOTO: STEPHANE LAVOIE
El tema de los flujos migratorios es una de las problemáticas de fondo de este siglo 21. Un asunto tratado generalmente de manera simplista o sin la importancia que merece. Más allá de los valores amenazados, de las cuotas de inmigración que permitirán evitar crisis sociales y las dificultades reales de integración está la adecuación de las políticas públicas en Canadá, una nación que necesita seguir siendo un país abierto a la inmigración. Vistazo a un tema complejo que nos concierne a todos.

MARCELO SOLERVICENS

Según el último informe sobre migraciones de la OCDE en 2015 llegaron 4,8 millones de personas a Europa, producto de conflictos en Afganistán, Irak, Siria, Yemen y otros países. Ellos incluyen las oleadas africanas asiáticas o latinoamericanas buscando mejores condiciones. Recorridos peligrosos como el de cientos de ahogados en el mar Mediterráneo.

Pese a que los flujos migratorios son un fenómeno normal en un mundo cada día más pequeño, los muros aumentan de manera exponencial no solo en Europa: el candidato presidencial republicano Donald Trump, promete construir un muro en la frontera con México. La ofensiva derechista generalizada azuza la discriminación contra el otro, el inmigrante.

La mundialización contribuyó a la deslegitimación de las democracias, pusilánimes frente al poder de las multinacionales. Favoreció también las desigualdades sociales y la crisis climática. Pero, la mundialización neoliberal también fracasó, porque aunque, favoreció la circulación de mercancías y del dinero, no contempló responder al natural aumento de los flujos migratorios como efecto de su lógica desestructurante.

Tema candente

Incluso en Canadá, país que necesita ocupar un vasto territorio y compensar la baja de la natalidad, la derecha busca ganar votos atacando la inmigración y los refugiados. La candidata a la jefatura del partido conservador Kellie Leitch, propone imponer como condición pasar un examen sobre la coincidencia de los inmigrantes con los valores canadienses. En Quebec, Francois Légault, con vistas a ganar votos, promete que un gobierno caquista reduciría en 20% el número de nuevos inmigrantes. Jean-Francois Lisée, candidato a la jefatura del PQ propuso, no solo disminuir el número de nuevos inmigrantes, sino que sean mejores: que vengan de París, Bruselas o Barcelona, vale decir inmigración blanca y europea.

Necesidad de inmigrantes

El temor del otro, del inmigrante, aumenta en Canadá. Paradojalmente hay consenso en que se necesita un saldo positivo de inmigrantes, para la ocupación del territorio, para contrarrestar la baja natalidad y mantener el crecimiento económico. Es muy difícil considerar los valores canadienses sin incorporar la percepción de un país abierto históricamente a olas de inmigrantes y refugiados.

La inmigración es parte de su espina dorsal. 20% de los residentes nacieron en otro país. El 50% del crecimiento de la población depende de la inmigración.

Aunque el gobierno federal y provincial actual proponen aumentar el número de inmigrantes, sus políticas públicas no son adecuadas. En Quebec el gobierno de Philipe Couillard anunció un aumento a 60 mil la inmigración anual antes de desistirse. El problema es que no prevé aumentar los recursos para asegurar una mejor integración.

Un problema complejo

Pese a que el criterio de la selección de inmigrantes es el de la calificación, la falta de reconocimiento de estudios o de la experiencia pone enormes trabas al empleo. El hecho es que las políticas públicas favorecen la mano de obra inmigrante barata y no atacan la discriminación o el racismo estructural. El 43% de quienes trabajan, ocupan empleos de menor calificación, pese a que dominan el francés y fueron elegidos precisamente por sus calificaciones o experiencia. Un estudio del Institut de recherche et d’informations socio-économiques (IRIS) muestra que Quebec acoge muy mal a los inmigrantes: Quienes nacieron fuera de Quebec tienen una tasa de empleo menor que los nativos (72% contra 83%); sufren un desempleo dos veces más importante. Ello es peor para las mujeres y ciertos inmigrantes.

Como todo fenómeno sistémico, las soluciones no son fáciles. Los populismos de derecha, aumentan el miedo y la intolerancia pero no ofrecen soluciones. El enfoque utilitarista de responder a la demanda de mano de obra calificada tampoco sirve si no se acompaña de un reconocimiento de la experiencia y validación de títulos. La integración armónica no resulta si no se invierte en el acompañamiento de las diversas etapas de la integración.

La discriminación es caldo de cultivo para el surgimiento de conflictos. Se requieren políticas públicas, la participación de la sociedad civil y estrategias de desarrollo económico que no malgasten la enorme riqueza de la inmigración.

El estudio del IRIS critica los gobiernos liberales, obnubilados por la austeridad, porque redujeron los servicios gubernamentales y las subvenciones para los organismos comunitarios que ayudan los inmigrantes. La nueva política en materia de inmigración de participación y de inclusión consolida el abandono de una política multifacética de inmigración.