La Serenísima República de Venecia

FOTO: FERNANDO GARABITO
Su historia es tan rica y surrealista que una vida entera no bastaría para descubrir cada rincón.

FERNANDO GARABITO

La Reina del Adriático, un museo viviente al aire libre. Sobran los clichés para hablar de Venecia. Su historia es tan rica y surrealista que una vida entera no bastaría para descubrir cada rincón y cada una de las sorpresas que contiene. Aun así es posible disfrutarla aunque solo dispongamos de un par de días.

Para apreciar la poesía inigualable de este barco inmenso hecho ciudad es preciso llegar con la actitud correcta. Primero, se debe hacer las paces con algo ineludible: estarás rodeado por un sinfín de turistas, lo que sumado a la estrechez de los recovecos de calles, puentes y canales puede hacerte sentir claustrofobia. Además, el carácter de atracción turística mundial – más de 60.000 personas la visitan a diario – hace que los precios sean exorbitantes. Por nada y por todo te cobran un ojo de la cara, comenzando por el albergue o B&B. Pero no todo está perdido. En Airbnb o Booking. com también se encuentran precios más razonables (100 CAD por un cuarto doble). Desde luego también ayuda si se visita en temporada baja, por ejemplo, fines de septiembre u octubre. Si bien la mayoría de estos lugares menos caros quedan más alejados de la Piazza San Marco, incluso en otras islas, quizás sea precisamente aquello lo que le dé a tu viaje un sabor especial, menos trillado. La mejor actividad en Venecia es perderse. No hay que ni siquiera planearlo, es gratis e inevitable. Y así es como se descubren los mejores lugares, la gente más linda de Venecia, esa de piel y entrañable.

¿Dónde viven los venecianos?

Fue así que luego de adentrarnos con mi enamorada en la Vía Garibaldi desde el famosísimo malecón que da a la isla de San Giorgio Maggiore nos encontramos en San Pietro del Castello, en el extremo este de Venecia. Siempre en Venecia te asalta la duda: ¿dónde viven los venecianos? ¿Existe un tras bambalinas? Pues sin querer lo habíamos encontrado. La ropa secándose en cuerdas sobre calles estrechísimas y el olor a comida casera venía a confirmarnos que esas eran casas de verdad. Ese es un poco el problema con Venecia, todo está tan listo y preparado para el turista que es casi imposible no sentir que asistimos a un montaje. No me malinterpreten, la ciudad y cada centímetro de construcción es un patrimonio universal y son justamente los millones de visitantes los que hacen que se mantenga viva la esencia del lugar. Pero es ese mismo flujo inagotable el que causa que en cada comercio te vendan la idea prefabricada y estereotipada de este rincón del mundo, y por supuesto te intenten sacar un ojo por ello.

Antes del turismo, el comercio fue desde siempre la razón de ser de Venecia. Su inmejorable ubicación geográfica coronando el Mar Adriático, puerta de entrada a Europa y de salida hacia el Medio Oriente, hacía que absolutamente todos los productos imaginables pasaran por ella. Fue así que para el siglo XIII Venecia llegó a ser la Serenissima Repubblica di Venezia, una de las más ricas y pujantes de todo el continente. Que los venecianos sigan capitalizando sobre su esplendorosa historia es natural. Hay que por lo mismo estar atento para no terminar comiendo poco, mal y caro. Para encontrar las tres B (bueno, bonito y barato) es vital alejarse de los sitios más turísticos.

Como decía, piérdanse, recorran sus laberintos, y si es de noche aún mejor. Así como la marea sube y baja, los visitantes que inundan Venecia de día, desaparecen tan pronto cae la noche. Y es ahí que sientes que la ciudad es tuya.

En una de esas esquinas nos encontramos a Leonardo, un parmesano (de Parma) de 28 años que trabaja como ayudante de una artista en residencia. La situación económica en Italia no es muy alentadora, nos confiesa. Asegura que con 2.000 euros al mes se vive bien en Italia, pero él que apenas gana la mitad de esa suma tiene que ser ultra creativo. Sabe mandarín y su inglés es sorprendente, pero aun así no parece muy optimista sobre lo que le depara el futuro en Italia.

El tipo es genial, un guía turístico insuperable. Con solo unos pocos meses viviendo en Venecia, se las ha arreglado para aprender un sinfín de informaciones y anécdotas relacionadas con el arte, la historia y la política de la ciudad, las que comparte a profusión acompañadas de unas birras y cicchetti – delicioso equivalente veneciano de las tapas. Nos paseamos con él, deambulando por calles desiertas. Pareciera que fueran las tres de la madrugada, pero solo son las diez.

En la soledad de la noche Venecia respira, y nosotros con ella.