Quebec y su literatura: L’Emmitouflé, de Louis Caron

Louis Caron es miembro de L’Académie des Lettres du Québec desde 1995.

TERESA E. CADAVID. G.

Louis Caron es miembro de L’Académie des Lettres du Québec desde 1995. Su novela, publicada en 1977, testimonia un momento importante en la historia de Quebec: el alistamiento de jóvenes al ejército para combatir en la Primera Guerra (1914- 1918). En Quebec, cuando ni siquiera el pueblo quebequense se había definido y se hablaba del Canadá Francés, en la región de Nicolet, la conscripción de 1917 levantó protestas y fueron muchos los jóvenes que prefirieron huir y esconderse en el bosque, soportar incluso la “miseria negra” del invierno, que participar en una guerra que no era la suya.

Hijo de una familia de inmigrantes canadienses que llegó a Estados Unidos en época de crisis económica a trabajar en la industria textil, Jean-François retorna a Vermont, después de haberse escondido en México y Montreal como desertor del ejército estadounidense en la guerra de Vietnam. Había partido a combatir contra sí mismo y años después retorna y se reencuentra con sus recuerdos de infancia, cuando escuchaba a escondidas las historias que contaba su padre Eugène al calor del hogar.

El eje de esas narraciones es el tío Nazaire, quien había desaparecido once años antes del retorno de Jean-François a Vermont. Cuando joven, Nazaire se había escondido de los soldados canadienses para no ser enviado a la Primera Guerra; como un animal herido, se había ocultado en su madriguera en el bosque y en pleno invierno. Es el “emmitouflé” (abrigado, arropado) que encarna esa cobardía pero también el ánimo pacifista de un canadiense francés que se siente ajeno a esa guerra.

Años después de terminada la guerra, y cuando su esposa muere, Nazaire se recluye de nuevo en la soledad, de la que todos huyen y a la que tratan de evitar toda la vida, retorna a su aislamiento de ermitaño, hasta que su hermano Eugène lo lleva a vivir con él y su familia a Estados Unidos. Y es allí, a los 75 años, que desaparece en medio de una fiesta familiar.

Jean-François, identificado con Nazaire y cuya voz se confunde con la de él, sabe que hay dos clases de verdades: “las de adentro y las de afuera”. Por eso es que, once años antes, cuando toda la familia buscaba a Nazaire, Jean-François esperaba en silencio que no lo encontraran. Había comprendido que no lo debían hallar porque conocía la verdad interior propia de los espíritus melancólicos, atormentados y silenciosos; esa verdad que los empuja a huir.