Quebec y su literatura: L’aquarium, de Jacques Godbout

TERESA E. CADAVID. G. 

Jacques Godbout (Montreal, 1933-) es una figura intelectual importante de Quebec y uno de los fundadores del Parti Québécois, además de periodista, escritor, editor y cineasta. En L’aquarium, su primera novela entre más de una decena, se esboza una gesta nacionalista tras la espera de la revolución que derrocará un régimen: posiblemente aquél conservador y jerárquico de Maurice Duplessis, con una clase dirigente anglófona y una clase trabajadora francófona. Aquel que precede al surgimiento de la “Revolución tranquila” en Quebec.

La Casa Occidental, en algún lugar cercano a la frontera con Estados Unidos, estaría representada por ese “acuario” o pecera en que los personajes del relato parecen escamparse de las interminables lluvias. Es un centro de operaciones desde donde el narrador y personaje principal, desencantado de la milicia, proyecta su hastío y malestar. Un “acuario” en que se muestran los excesos y los vicios de una milicia que reúne polacos que habían escapado de los alemanes y del consiguiente dominio ruso; franceses, británicos, canadienses…

Al ritmo de la danza y el alcohol, allí se reúnen: Stan y Pauline, pareja homosexual; Monseñor, que frecuenta las prostitutas; Vladimir, Lauzon, Jerry, Shultz (ex juez), Mauser. El carácter omnisciente del narrador le permite hacer intromisiones en la vida de cada uno de esos personajes. Portan el peso de la presunta muerte accidental de uno de ellos, quien es tragado por arenas movedizas ante la mirada indiferente de los demás, y de cuyo dinero se apodera Monseñor, bajo el pretexto de su causa misionera. Asisten también al entierro de la esposa de Vladimir, que éste asesinó, sin que recibiera por ello ningún juicio ni condena.

El narrador-protagonista, indiferente a la situación de explotación trabajadora que sirve de trasfondo a la novela, se identifica a veces con el destino colectivo de ese grupo de personajes. Al final, sin embargo, se distancia de ellos cuando decide colaborarle a uno de los insurrectos, Gayéta, para hacer que aquellos no intervengan en el momento en que el palacio sea atacado y el ministro huya.

El protagonista aprovechará la ocasión para irse con Andrée, la esposa del compañero muerto y quien había llegado a la Casa días antes. El protagonista había interceptado las cartas de amor que ésta le enviara al marido, creyéndolo vivo, diciéndole que iría a buscarlo. Así es que cuando se presenta buscándolo, el protagonista reemplazará al marido en una relación amorosa que cerrará la débil trama de la novela.